Un blog para descubrir el lado humano de la tecnología y la comunicación, su aspecto más importante, aquello que da sentido a todo el derroche de imaginación y creatividad que se esconde tras cada cable, circuito, imagen, palabra o sonido.

miércoles, 8 de agosto de 2012

¿Quién soy, de dónde vengo, cuánto tiempo me queda?


No. No me he convertido en un eco de los replicantes de “Blade Runner”. Y quien no sepa de qué estoy hablando, que acuda rápidamente a su proveedor habitual de cine y que hoy mismo visione esta fantástica —y mítica— cinta de Ridley Scott...

David Kendrick, un inventor de Nueva York, patentó en 1991 un reloj que, basándose en la edad, salud y estilo de vida de su propietario marcaba su hora de la muerte. Obviamente, sin ningún rigor científico. Pero el “bichito” tenía su (poca) gracia.

Porque claro, imagínense un reloj que inicia una cuenta atrás. Que a cada clic de reloj va descontando segundos en tu vida. Y que cuando se acerca la fecha pronosticada, incluso comienza a hacer sonar todo tipo de alarmas. Lo cierto es que no sé si vendió muchos relojes y si hubo un alto porcentaje de “aciertos” —aunque solo fuera del susto— entre sus compradores, pero a mí este reloj no me hubiera durado en la muñeca ni dos telediarios...

En el fondo, los seres humanos —como los replicantes de la película— buscamos respuestas y alojamos un deseo incontenible de eternidad. La invención y comercialización de este reloj, en el fondo, es una buena prueba de ello...

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