Dicen sus biógrafos y estudiosos que Stanley Kubrick —la novela se escribió al tiempo que el guión de la película— llamó HAL al ordenador de “2001, una odisea del espacio” a modo de “vendetta” contra IBM. Cada una de las siglas de HAL es justo la letra anterior a las siglas de IBM. Sea como fuere, nadie niega la aportación de esta empresa a la tecnología moderna..., pero cuando se les va la pinza, se les va.
Desde hace siete años por estas fechas IBM lanza a forma de profecía, una visión del futuro tecnológico a corto/medio plazo, basándose en sus propias investigaciones y desarrollos. Vamos, que nos dicen que ya están trabajando en ello para que sea realidad. Como lo de los mayas sea verdad les van a fastidiar.
Este año se han centrado en los sentidos. Nos dice IBM que no tardaremos mucho en encontrar teléfonos que nos permitan “tocar el otro lado”, ordenadores capaces de gustar y oler, y hasta máquinas capaces de “traducir” los balbuceos y resto de sonidos de los bebés... Y de verdad que uno no sabe si reír o asustarse.
Siendo un poco cruel —pero es que estos alardes de vanidad y profecía se lo merecen— me gustaría recordar algunas de sus predicciones anteriores. En 2006, auguraron que nuestros móviles comenzarían a leer nuestras mentes. Menos mal que no lo hacen. ¿Se imaginan qué podría hacer el teléfono con sus pensamientos cuando usted ve en la pantalla de su móvil que su jefe le llama a las once y media de la noche? En 2007 predijeron que conduciríamos de forma completamente diferente. Exceptuando las frenadas por miedo a la pérdida de puntos, la cosa no ha cambiado tanto. En 2008, que hablaríamos a la Web y ella nos respondería hablando En 2009, que los edificios se comportarían como organismos vivos, etc. Es cierto que otras predicciones de esos años van camino de cumplirse, o se han hecho ensayos —cuestión distinta es su implantación generalizada— con relativo éxito, pero otras...
En este mundillo de la tecnología siempre ha habido “gurús” y “stevejobs”. De los primeros, un ejemplo claro es Nicholas Negroponte. Hoy su nombre suena menos, pero hace una década era el “número uno”, la reencarnación de Carl Sagan. Este señor —Negroponte— ya nos vaticinó el fin de los teléfonos móviles, pues serían insertados en nuestros cerebros. También predijo opciones menos glamurosas como la ropa “inteligente” que sabría cuándo tiene que lavarse. Al respecto, todavía esbozo una sonrisa cuando recuerdo la frase de un columnista —Fran Rivera— en la revista MacWorld: “el día en que mis calzoncillos sean más listos que yo tendré un serio problema”... Junto a ellos, visionarios como Steve Jobs, capaces de soñar cosas tangibles, deseables y construirlas y venderlas. La diferencia es evidente: ¿querría usted un móvil insertado en su cabeza?
Soñar es necesario. Ponerse metas es la herramienta básica en cualquier trabajo, en la vida misma. Decía Steve Jobs —el texto de la campaña Think different fue escrito por él— que “sólo aquellos tan locos que piensan que pueden cambiar el mundo, son quienes lo consiguen”. Aunque también es cierto que muchos son los que mueren intentándolo sin conseguirlo...