Un blog para descubrir el lado humano de la tecnología y la comunicación, su aspecto más importante, aquello que da sentido a todo el derroche de imaginación y creatividad que se esconde tras cada cable, circuito, imagen, palabra o sonido.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Vanidosos profetas


Dicen sus biógrafos y estudiosos que Stanley Kubrick —la novela se escribió al tiempo que el guión de la película— llamó HAL al ordenador de “2001, una odisea del espacio” a modo de “vendetta” contra IBM. Cada una de las siglas de HAL es justo la letra anterior a las siglas de IBM. Sea como fuere, nadie niega la aportación de esta empresa a la tecnología moderna..., pero cuando se les va la pinza, se les va.

Desde hace siete años por estas fechas IBM lanza a forma de profecía, una visión del futuro tecnológico a corto/medio plazo, basándose en sus propias investigaciones y desarrollos. Vamos, que nos dicen que ya están trabajando en ello para que sea realidad. Como lo de los mayas sea verdad les van a fastidiar.

Este año se han centrado en los sentidos. Nos dice IBM que no tardaremos mucho en encontrar teléfonos que nos permitan “tocar el otro lado”, ordenadores capaces de gustar y oler, y hasta máquinas capaces de “traducir” los balbuceos y resto de sonidos de los bebés... Y de verdad que uno no sabe si reír o asustarse.

Siendo un poco cruel —pero es que estos alardes de vanidad y profecía se lo merecen— me gustaría recordar algunas de sus predicciones anteriores. En 2006, auguraron que nuestros móviles comenzarían a leer nuestras mentes. Menos mal que no lo hacen. ¿Se imaginan qué podría hacer el teléfono con sus pensamientos cuando usted ve en la pantalla de su móvil que su jefe le llama a las once y media de la noche? En 2007 predijeron que conduciríamos de forma completamente diferente. Exceptuando las frenadas por miedo a la pérdida de puntos, la cosa no ha cambiado tanto. En 2008, que hablaríamos a la Web y ella nos respondería hablando En 2009, que los edificios se comportarían como organismos vivos, etc. Es cierto que otras predicciones de esos años van camino de cumplirse, o se han hecho ensayos —cuestión distinta es su implantación generalizada— con relativo éxito, pero otras...

En este mundillo de la tecnología siempre ha habido “gurús” y “stevejobs”. De los primeros, un ejemplo claro es Nicholas Negroponte. Hoy su nombre suena menos, pero hace una década era el “número uno”, la reencarnación de Carl Sagan. Este señor —Negroponte— ya nos vaticinó el fin de los teléfonos móviles, pues serían insertados en nuestros cerebros. También predijo opciones menos glamurosas como la ropa “inteligente” que sabría cuándo tiene que lavarse. Al respecto, todavía esbozo una sonrisa cuando recuerdo la frase de un columnista —Fran Rivera— en la revista MacWorld: “el día en que mis calzoncillos sean más listos que yo tendré un serio problema”...  Junto a ellos, visionarios como Steve Jobs, capaces de soñar cosas tangibles, deseables y construirlas y venderlas. La diferencia es evidente: ¿querría usted un móvil insertado en su cabeza?

Soñar es necesario. Ponerse metas es la herramienta básica en cualquier trabajo, en la vida misma. Decía Steve Jobs —el texto de la campaña Think different fue escrito por él— que “sólo aquellos tan locos que piensan que pueden cambiar el mundo, son quienes lo consiguen”. Aunque también es cierto que muchos son los que mueren intentándolo sin conseguirlo...

miércoles, 12 de diciembre de 2012

¿Está muerto el libro tradicional?


Dice Fernando Savater en una entrevista para la CNN que no. Que puede que a la larga los libros se conviertan en “objetos preciosos que algunos atesoraremos”, pero que de momento no van a ser sustituidos porque “lo del libro electrónico va muy despacio”.

¡Cuidado no les adelanten por la derecha, como le ocurrió a la industria discográfica, a la fotografía y al vídeo! Yo también era de los que creían que la fotografía digital nunca llegaría a acabar con la analógica (de carrete, vamos). Sin embargo, fue un visto y no visto. Intenten conseguir una cámara réflex tradicional de 35 mm y me cuentan...

Es cierto que, a favor del libro tradicional, todavía persisten factores de peso. Y no precisamente el romanticismo de oler y tocar sus páginas.

En primer lugar, el precio. Es lógico que con los actuales precios de los libros digitales la cosa vaya despacio. Pero si creen que manteniéndolos altos protegen al libro tradicional, se equivocan. Ni fomentan su industria, ni la literatura. Y no le echen toda la culpa al IVA, que hay muchos más culpables.

El segundo factor, aún más determinante, es la dificultad de copiar “domésticamente” y con la misma calidad los libros. Al contrario que la música o el vídeo, que pueden replicarse prácticamente sin merma de calidad y con relativa —o suma— facilidad, pasar de un libro en papel a uno digital no es lo mismo. Ni mucho menos.

Así que, aunque es cierto que hay legiones de voluntarios que se dedican al oficio no remunerado de compartir todo lo que pillan, escaneándolo y tratándolo con programas de autoría de libros electrónicos, y que no es tan difícil conseguir una biblioteca gratuita de más de 5.000 libros (algo que es imposible leer en varias vidas), lo cierto es que su calidad y,por tanto, la experiencia de uso no son óptimas.

Pero no se despisten. A medida que el mercado digital legal crezca, esas copias digitales irán pasando a ese espacio donde todo se comparte. No sé cuánto tardará, pero creo que mucho menos de lo que Fernando Savater quiere y piensa. Sinceramente esta batalla me parece perdida.

El tercer factor es intrínseco a la literatura. Su desarrollo y disfrute exige mucho más tiempo, es más personal, no puede compartirse simultáneamente y, por tanto, no tiene la nota de inmediatez que sí se da en la música, en el cine y en la fotografía. Parece que puede no tener importancia, pero la tiene. Aunque probablemente, esto no sea suficiente.

Con todo, me alegro al coincidir con con el señor Savater cuando señala que “lo importante es que siga habiendo literatura, que siga habiendo poesía, filosofía y que siga habiendo lectores en todas esas materias”, con independencia del soporte elegido.

A lo peor, quizá el mayor enemigo del libro sea la calidad de lo escrito y el inmovilismo y voracidad de la industria. ¡Y no les digo más!

miércoles, 5 de diciembre de 2012

El Papa en Twitter


En menos de 48 horas la nueva cuenta del Papa Benedicto XVI en Twitter tiene más de medio millón de seguidores. No está mal, pero...

Sinceramente, no tengo claro cuál es el papel del Papa en las redes sociales. O al menos tengo dudas que conviven con no pocas certezas.

Estoy convencido y soy un firme defensor —y en la medida de lo posible aporto mi granito de arena— de la necesidad de la presencia de la Iglesia, de Jesucristo, en Internet y en las redes sociales. Estoy con el Papa cuando nos anima a evangelizar el continente digital...

También creo que las redes sociales son un foro privilegiado para escuchar, para observar y para entender el mundo que nos rodea. Y en este sentido y función, también son básicas para la Iglesia. La comunicación siempre tiene dos sentidos.

Entiendo que el santo Padre, con su edad y ocupaciones, no va a ser un “tuitero” tan activo. Comprendo que contará —debe hacerlo— con la ayuda de otras personas para las cuestiones técnicas y que, obviamente, será imposible que pueda leer todas las reacciones a sus publicaciones...

Y es entonces cuando me asaltan las dudas. ¿Es buena y necesaria la presencia del Papa en Twitter? ¿Es conveniente exponer su persona y su magisterio al mismo nivel que cualquier otra persona? No es una pregunta elitista, sino de sentido común: en Internet tiene la misma fuerza la voz del que sabe que la del que no.

Por otra parte, ¿es adecuado entrar en el juego de “contar” seguidores y comparar —no tardarán en hacerlo, si no han comenzado ya— con otros líderes y famosos? Está claro que el número no es lo importante —aunque la mayoría piense que sí y los utilice para justificarse— y que nada de esto es lo que se busca o pretende. El Papa ya es popular sin necesidad de Twitter, y su voz escuchada y seguida por millones de personas...

Pero es que, además, si la interactuación de Benedicto XVI con la red no es directa... ¿de verdad compensan todos estos riesgos?

Así que en éstas estoy. Contento y agradecido de que el Papa se sume a este carro y respalde con su presencia los esfuerzos de muchísimas personas que hacen un hueco a Jesucristo en el entramado digital en que se está convirtiendo una porción cada vez mayor de nuestro mundo. Pero, al mismo tiempo, con dudas sobre su idoneidad.