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miércoles, 12 de diciembre de 2012

¿Está muerto el libro tradicional?


Dice Fernando Savater en una entrevista para la CNN que no. Que puede que a la larga los libros se conviertan en “objetos preciosos que algunos atesoraremos”, pero que de momento no van a ser sustituidos porque “lo del libro electrónico va muy despacio”.

¡Cuidado no les adelanten por la derecha, como le ocurrió a la industria discográfica, a la fotografía y al vídeo! Yo también era de los que creían que la fotografía digital nunca llegaría a acabar con la analógica (de carrete, vamos). Sin embargo, fue un visto y no visto. Intenten conseguir una cámara réflex tradicional de 35 mm y me cuentan...

Es cierto que, a favor del libro tradicional, todavía persisten factores de peso. Y no precisamente el romanticismo de oler y tocar sus páginas.

En primer lugar, el precio. Es lógico que con los actuales precios de los libros digitales la cosa vaya despacio. Pero si creen que manteniéndolos altos protegen al libro tradicional, se equivocan. Ni fomentan su industria, ni la literatura. Y no le echen toda la culpa al IVA, que hay muchos más culpables.

El segundo factor, aún más determinante, es la dificultad de copiar “domésticamente” y con la misma calidad los libros. Al contrario que la música o el vídeo, que pueden replicarse prácticamente sin merma de calidad y con relativa —o suma— facilidad, pasar de un libro en papel a uno digital no es lo mismo. Ni mucho menos.

Así que, aunque es cierto que hay legiones de voluntarios que se dedican al oficio no remunerado de compartir todo lo que pillan, escaneándolo y tratándolo con programas de autoría de libros electrónicos, y que no es tan difícil conseguir una biblioteca gratuita de más de 5.000 libros (algo que es imposible leer en varias vidas), lo cierto es que su calidad y,por tanto, la experiencia de uso no son óptimas.

Pero no se despisten. A medida que el mercado digital legal crezca, esas copias digitales irán pasando a ese espacio donde todo se comparte. No sé cuánto tardará, pero creo que mucho menos de lo que Fernando Savater quiere y piensa. Sinceramente esta batalla me parece perdida.

El tercer factor es intrínseco a la literatura. Su desarrollo y disfrute exige mucho más tiempo, es más personal, no puede compartirse simultáneamente y, por tanto, no tiene la nota de inmediatez que sí se da en la música, en el cine y en la fotografía. Parece que puede no tener importancia, pero la tiene. Aunque probablemente, esto no sea suficiente.

Con todo, me alegro al coincidir con con el señor Savater cuando señala que “lo importante es que siga habiendo literatura, que siga habiendo poesía, filosofía y que siga habiendo lectores en todas esas materias”, con independencia del soporte elegido.

A lo peor, quizá el mayor enemigo del libro sea la calidad de lo escrito y el inmovilismo y voracidad de la industria. ¡Y no les digo más!

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